Treinta minutos.
- tamaracaurin

- 23 feb 2024
- 2 Min. de lectura

Hoy es un viernes negro. Ayer era un día normal, 22 de febrero de 2024, hasta eso de las 17:30 de la tarde. Ahí todo cambió, se desató el horror.
Por si alguien no sabe de qué estoy hablando, hablo del incendio que ha ocurrido en el barrio de Campanar de Valencia. Pese a que bomberos y policía científica están ahora mismo trabajando en el lugar de los hechos, y queda mucho trabajo por delante para saber qué fue lo que ocurrió, todo apunta a que los materiales con los que se construyeron las fachadas de los edificios, hicieron que el fuego prendiera de semejante manera. Treinta minutos bastaron para que acabara con todo.
Treinta minutos donde más de cien familias lo han perdido todo. Su hogar, sus recuerdos, sus bienes, algunos han perdido a sus mascotas, y otros incluso la vida. Aún hay desaparecidos, y de corazón ojalá que ocurra un milagro y se encuentren con vida.
Las pérdidas han sido terribles, pero deben saber, que han sido mucho menos de las que habrían podido ser por un hombre que hizo lo correcto, sin preparación alguna, sin pensar en ponerse a salvo hasta que no hubo otra elección. El portero al ver lo que se cernía sobre los vecinos, no dudó en llamar puerta por puerta para instarles a que abandonaran el edificio cuanto antes, con lo puesto. Sin lugar a dudas, a todos aquellos que salieron gracias a esa llamada, les salvó la vida.
Pero hay algo de lo que no quiero dejar de hablar hoy, no en este post. Hablemos de los equipos de emergencias, hablemos de los profesionales que hicieron posible que la desgracia, pese a todo, no fuera mayor. El Cuerpo de Bomberos junto con la Unidad Militar de Emergencias se han enfrentado en las últimas horas al peor incendio acontecido en la ciudad de Valencia. Se han jugado la vida minuto tras minuto para salvar la de personas que no conocen de nada. Y no lo hacen porque sea su trabajo. No lo hacen porque les paguen por ello. Lo hacen porque son hombres y mujeres excepcionales, hechos de una pasta que el resto de mortales no podemos ni imaginar. Corren hacia el peligro cuando el resto corremos en dirección contraria, para proteger aquello que tanto nos importa. En este caso, las vidas de los vecinos del barrio de Campanar, en otros, aquello que sea necesario.
Son hombres y mujeres que se marchan de la seguridad de su hogar para enfrentarse al peligro, con unos medios y unos equipos que no siempre son suficientes. Nos mantienen a salvo porque se enfundan en una capa invisible que solo algunos de nosotros podemos ver a diario, y otros ven en un viernes negro como hoy.
Son hombres y mujeres superhéroes y súper heroínas, se mezclan entre nosotros con su atuendo de diario y cuando el deber les llama, lo cambian por sus trajes de batalla. Hoy los tenemos en nuestra mente y en nuestros corazones, esperemos que mañana siga siendo así.
Mi corazón y mi agradecimiento eterno, hoy y siempre, a todos ellos. Héroes.



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